Meditando el Museo "El Palacio del Tiempo"
de José Manuel Caballero Bonald
<<(...) Pero no, el Palacio del Tiempo no es ninguna invención quimérica: es justamente un extraordinario museo de relojes. Que yo sepa, y fantasías aparte, no existe una colección semejante en toda Europa y muy pocas en el mundo.
Este Palacio del Tiempo tiene un acusado aire victoriano y se levanta en uno de los más característicos enclaves del antiguo Jerez: el barrio de Santiago. Conocido como La Atalaya, el palacio fue remodelado con una elegancia genuinamente decimonónica y se rodea de un hermoso jardín con parterres frondosos, árboles centenarios y una airosa fuente sobre la que evoluciona, con oportuna precisión, un giroscopio. El museo propiamente dicho ocupa una serie de amplios salones distribuidos alrededor del bello patio central, y exhibe una colección de relojes antiguos - datados entre el siglo XVII y el XIX-, verdaderamente excepcional (...)
Hasta bien entrado el siglo XIX, la producción relojera no tiende a multiplicarse y a ponerse al alcance de una gran mayoría de ciudadanos. Los bellos y antiguos relojes de caja larga, de sobremesa o de bolsillo, al tiempo que perfeccionan sus mecanismos y aprovechan los avances tecnológicos, se hacen más asequibles, amplían aceleradamente su campo social de propagación. Esto viene a ser como admitir que a todos nos atañe por igual eso que llamamos nuestro tiempo y que el hecho de poder medir con facilidad su transcurso es algo que debe ser obviamente compartido. Es como si el reloj hubiese alcanzado con los años un papel de imprescindible utilidad para poner orden en los ocios y trabajos de cada día.
El Palacio del Tiempo es en este sentido un puntual recordatorio, una lección artística y una provechosa manera de admirar ciertos lujosos aderezos de nuestro pasado. Sus salones han sido adaptados a las más exigentes necesidades de un museo del siglo XXI. Recorrerlo equivale a un muy bien estudiado encadenamiento de invitaciones y sorpresas. Pero hay algo que vuelve intemporal esa visita, cosa que parece un contrasentido hablando de relojes.
Me refiero a esa impresión a veces misteriosa, a veces deslumbrante, que flota en el ambiente y circula entre vitrinas, muebles y basas. La luz está sabiamente calculada para crear zonas de penumbra o de claridad de acuerdo con los distintos espacios (...). Nada más acceder desde el patio a la primera sala, la sensación de estar internándome por algún conducto de la fantasía era muy intensa. Y sobre todo muy literaria, porque el hecho de ingresar en el Palacio del Tiempo tiene ya un poderoso ingrediente de ficción, no ya porque ese nombre sugiera algún influjo de la fantasía sino porque así lo pone de manifiesto el propio montaje del museo. El tiempo palpita efectivamente por todas partes como una inquietante y envolvente presencia (...)>>
Extractos del artículo publicado en la Revista mus-A (junio 2005) Dirección General de Museos - Consejería de Cultura
Junta de Andalucía