Francia está representada en la Colección del museo con 203 piezas, abarcando diez épocas: LUIS XIV, REGENCIA, LUIS XV, LUIS XVI, DIRECTORIO, IMPERIO, LUIS XVIII, CARLOS X, LUIS FELIPE y NAPOLEON III.
La relojería francesa basa su producción fundamentalmente en el reloj de repisa o chimenea, donde los temas históricos y mitológicos van a desempeñar un papel importante en el repertorio iconográfico de estas obras de arte, cobrando cada vez más protagonismo la figura, en detrimento de la importancia de la maquinaria.
La producción de relojes franceses nace en Blois durante el siglo XVI, extendiéndose con rapidez hacia París, Dijon, Lyon, etc., los principales centros de esta industria.
Durante el siglo XVII se experimenta un enorme potencial económico que se reflejará con brillantez tanto en técnica como en arte y que dejará atónita con su impronta a Europa. Gracias al control de los gremios de París, la industria relojera continuó floreciendo hasta llegar el reinado del Rey Sol, que representa en Francia la plenitud del Barroco.
LUIS XIV, el Rey Sol, 1643-1715, ejerce una auténtica influencia personal en las artes industriales; prueba de ello es la creación de la manufactura de Gobelinos, donde trabajan los escultores, cinceladores, ebanistas, etc. De este modo, se consiguió una gran unidad estilística.
Meditando el Museo "El Palacio del Tiempo"
de José Manuel Caballero Bonald
Este Palacio del Tiempo tiene un acusado aire victoriano y se levanta en uno de los más característicos enclaves del antiguo Jerez: el barrio de Santiago. Conocido como La Atalaya, el palacio fue remodelado con una elegancia genuinamente decimonónica y se rodea de un hermoso jardín con parterres frondosos, árboles centenarios y una airosa fuente sobre la que evoluciona, con oportuna precisión, un giroscopio. El museo propiamente dicho ocupa una serie de amplios salones distribuidos alrededor del bello patio central, y exhibe una colección de relojes antiguos - datados entre el siglo XVII y el XIX-, verdaderamente excepcional (...)
Hasta bien entrado el siglo XIX, la producción relojera no tiende a multiplicarse y a ponerse al alcance de una gran mayoría de ciudadanos. Los bellos y antiguos relojes de caja larga, de sobremesa o de bolsillo, al tiempo que perfeccionan sus mecanismos y aprovechan los avances tecnológicos, se hacen más asequibles, amplían aceleradamente su campo social de propagación. Esto viene a ser como admitir que a todos nos atañe por igual eso que llamamos nuestro tiempo y que el hecho de poder medir con facilidad su transcurso es algo que debe ser obviamente compartido. Es como si el reloj hubiese alcanzado con los años un papel de imprescindible utilidad para poner orden en los ocios y trabajos de cada día.
El Palacio del Tiempo es en este sentido un puntual recordatorio, una lección artística y una provechosa manera de admirar ciertos lujosos aderezos de nuestro pasado. Sus salones han sido adaptados a las más exigentes necesidades de un museo del siglo XXI. Recorrerlo equivale a un muy bien estudiado encadenamiento de invitaciones y sorpresas. Pero hay algo que vuelve intemporal esa visita, cosa que parece un contrasentido hablando de relojes.
Me refiero a esa impresión a veces misteriosa, a veces deslumbrante, que flota en el ambiente y circula entre vitrinas, muebles y basas. La luz está sabiamente calculada para crear zonas de penumbra o de claridad de acuerdo con los distintos espacios (...). Nada más acceder desde el patio a la primera sala, la sensación de estar internándome por algún conducto de la fantasía era muy intensa. Y sobre todo muy literaria, porque el hecho de ingresar en el Palacio del Tiempo tiene ya un poderoso ingrediente de ficción, no ya porque ese nombre sugiera algún influjo de la fantasía sino porque así lo pone de manifiesto el propio montaje del museo. El tiempo palpita efectivamente por todas partes como una inquietante y envolvente presencia (...)>>
Extractos del artículo publicado en la Revista mus-A (junio 2005) Dirección General de Museos, Consejería de Cultura, Junta de Andalucía
El Museo Palacio del Tiempo de Jerez...
El "Museo de Relojes" inició su colección en el año 1972, tras una exposición de piezas procedentes del Convento de los Padres Capuchinos que lo habían heredado por legado testamentario de la Condesa viuda de Gavia (del Castillo de San Marcos, en el Puerto de Santa María). De este modo se adquirió un conjunto de 152 relojes con los que se inició este museo, inaugurándose el 20 de Marzo de 1973.
En 1974 se engrosaron los fondos con 74 relojes de la colección Pedro León, ampliándose en 1977 con una nueva remesa de un centenar, proveniente del mismo coleccionista. De esta forma se han alcanzado los 302 relojes que actualmente posee la Fundación Andrés de Ribera
La Fundación decide reformar en el periodo de 1998 a 2001 por completo este palacio, de nuevo en estilo del XVIII-XIX Neoclásico-Victoriano, para albergar esta colección única distribuida por todas sus salas de una forma totalmente innovadora y con moderna tecnología: lejos ya de ser un museo al uso, podemos ya disfrutar de este nuevo espacio expositivo donde una densa colección de arte está a disposición del gran público en un viaje mágico en el tiempo, con la ayuda de efectos especiales sonoros y lumínicos, hologramas y colorido, que potencian su carácter de única en el mundo.
Curiosamente, es el único museo de relojes donde las mayoría de sus ejemplares se encuentran en funcionamiento, siendo de gran atractivo escuchar sus sonerías (cuartos, medias y horas en punto).
Abarca cronológicamente los siglos XVII al XIX, época más productiva y variada de la técnica relojera inglesa y francesa. En menor proporción, se incluyen otras nacionalidades: italiana, suiza, austriaca y alemana. La italiana es la caja más antigua, un reloj-chimenea realizado en ébano y piedras semi-preciosas (s. XVII año 1670). Destacar también los famosos relojes de bolsillo ginebrinos o el reloj de carroza austriaco.